LAJEB KEJ

El desplazamiento de comunidades en Alta Verapaz, en Guatemala, frente a los intereses empresariales  

FOTOGRAFÍA Y VÍDEO

Gianni Esposito

EDICIÓN DE VÍDEO

Victor Cabo

TEXTO

Marta Saiz

En Guatemala, el avance del modelo extractivo despoja a comunidades de sus tierras. En el Valle del Polochic, Lajeb Kej resiste desalojos y amenazas, defendiendo su derecho a permanecer en su territorio ancestral.

Vista del río Polochic, fuente vital para las comunidades indígenas de Alta Verapaz, ahora en riesgo por la contaminación y la explotación de recursos naturales.

El 22 de enero, la comunidad Lajeb Kej, en el Valle del Polochic, a 460 kilómetros de Ciudad de Guatemala, fue desalojada por orden judicial. Su tierra, declarada baldía por el Registro de Información Catastral, es de interés para empresas extractivas. Según la Unión Verapacense de Organizaciones Campesinas (UVOC), 500 policías ejecutaron el desalojo, destruyeron viviendas, quemaron cosechas y dejaron fuera de sus casas a más de 50 personas. “Nos matan y nadie levanta la voz”, denuncia Carlos Morales, coordinador general de la asociación.

Para llegar a Lajeb Kej desde Ciudad de Guatemala se necesitan más de seis horas. Es un día de lluvia y los caminos, escabrosos, provocan la formación de ríos en mitad de la trocha. El municipio se encuentra en un valle frondoso, con constantes subidas y bajadas. Aunque no es el mejor momento para llegar, se avecina una tormenta que cerrará todas las vías de comunicación durante varios días. Tras cruzar un puente, a la izquierda se puede ver la central hidroeléctrica Santa Teresa, oculta entre las montañas y visible solo desde la carretera. El pueblo está en una cima, con casas dispersas en amplios espacios, rodeado por una valla de alambre sujeta a pequeños troncos pintados de blanco, colocados para evitar que la comunidad traspase el área.

Este pueblo lleva años enfrentando amenazas de desalojo debido a la expansión de la hidroeléctrica Santa Teresa, algo que ya ocurrió con su vecina Nuevo Chintún. Conformada por 186 personas –en su mayoría mujeres y niñas–, se unieron tras la pandemia de la COVID-19 para construir un futuro basado en su cosmovisión maya. Desde entonces, han sufrido amenazas constantes, materializadas en varios intentos violentos de desalojo extrajudicial.

Un miembro de seguridad sostiene un machete, su único medio de defensa. La comunidad ha enfrentado amenazas constantes, incluidos cuatro intentos violentos de desalojo extrajudicial.

Jessica Beatriz Xol, de 35 años, vive en la comunidad junto a sus hijos. La joven relata que un supuesto dueño de la tierra ha amenazado a los habitantes y cercado el terreno con alambre, alegando que esas tierras le pertenecen. “Me preocupa nuestra seguridad porque, además, ni la policía ha sido efectiva en la resolución del conflicto, ni el supuesto propietario ha mostrado interés en un diálogo”. También cree que la amenaza de construcción de una nueva hidroeléctrica por parte de empresas extranjeras está empeorando la situación. “Hay días que siento que ya no puedo más, ¿adónde iré con mis hijos si nos echan de aquí? No queremos otra hidroeléctrica en esta comunidad”.

Martín, otro vecino, muestra la herida de bala en su pierna. Un grupo de hombres armados lo atacó mientras recogía su cosecha. Eran las tres de la tarde del 5 de octubre de 2024. Recuerda que fue con una pistola nueve milímetros.

Ambos testimonios reflejan el conflicto que viven más de 364 comunidades organizadas en Alta Verapaz, donde megaproyectos como la hidroeléctrica Santa Teresa avanzan sin el consentimiento de las poblaciones. La militarización de estas áreas amenaza la autodeterminación de los pueblos, poniendo en riesgo su territorio, su cultura y su forma de vida frente al avance del modelo extractivista.

“Desde la firma de la paz, todos los gobiernos que han llegado al poder han incumplido la agenda que debía garantizar justicia para los pueblos indígenas como una forma de abordar las causas que provocaron la guerra”, dice Julio González, activista del Colectivo Madre Selva. “En lugar de cumplir estos compromisos, se ha implementado una agenda neoliberal, un modelo económico que privilegia el extractivismo y perpetúa el despojo de tierras”.

González también explica que con el gobierno de Bernardo Arévalo se inició un proceso de diálogo y una atención más abierta al problema de la tierra. “Las órdenes de desalojo provienen del Sistema de Justicia, en particular del Ministerio Público, es un ente autónomo y no pertenece a ninguno de los tres poderes del Estado”. De hecho, antes de que Arévalo asumiera la presidencia, en enero de 2024, ya existían cerca de 200 órdenes de desalojo. “Esto demuestra la necesidad de una justicia más independiente y menos parcial en favor de los grandes terratenientes”, concluye el activista.

Miembros de la comunidad Lajeb Kej vigilando la valla que resguarda su territorio de amenazas externas.
Miembros de la comunidad tras una reuinión. El 22 de enero de 2025, en Lajeb Kej, Valle Polochic, su tierra, declarada vacante por el Registro de Información Catastral, es de interés para las empresas extractivas.
Vista aérea de los asentamientos comunitarios de Lajeb Kej.
Los miembros de la comunidad reunidos. En enero de 2025, la comunidad de Lajeb Kej en el Valle de Polochic fue desalojada por orden judicial. Según la Unión de Organizaciones Campesinas de Verapaz (UVOC), 500 agentes de policía llevaron a cabo el desalojo, destruyendo casas, quemando cultivos y dejando a más de 50 familias sin refugio.
Los miembros de la comunidad reunidos.
Retrato de un miembro de la comunidad, previo a una reunión comunitaria, semanas antes del desalojo.
Entre las amenazas que enfrenta la comunidad Lajeb Kej está la destrucción de sus cultivos de plátano, una estrategia para infundir miedo y forzar el desalojo.
La pierna de un miembro de la comunidad, alcanzada por un disparo mientras recogía leña. La comunidad ha enfrentado amenazas constantes, reflejadas en cuatro intentos violentos de desalojo extrajudicial.
La planta hidroeléctrica de Santa Teresa en el fondo. Ubicada a 5 kilómetros de distancia, cerca del río Polochic, y respaldada por empresas extranjeras, ha forzado el desplazamiento de varias comunidades e intensificado los conflictos territoriales en el Valle de Polochic.
Algunas mujeres de la comunidad invocan a sus antepasados durante un ritual tradicional, pidiendo protección y fortaleza ante las amenazas.
Todos los miembros reunidos antes de la reunión entre los líderes comunitarios y la junta gubernamental en la Ciudad de Guatemala, donde presentarían el informe sobre la situación y reclamarían el derecho a la tierra, unas semanas antes del desalojo.

El Registro de Información Catastral (RIC) ha identificado la finca en disputa como un terreno baldío, es decir, sin propietario registrado. El 20 de junio de 2024, la comunidad y el RIC acordaron instalar marcas físicas para delimitar el área. Este avance representó el inicio de un proceso extenso hacia la recuperación de la tierra por parte de la comunidad, aunque los últimos acontecimientos han echado por tierra lo conseguido. Carlos Morales subraya la importancia de seguir denunciando la situación para que la comunidad sea reconocida oficialmente como la legítima propietaria de las tierras que ocupa.

De hecho, de las más de 360 comunidades acompañadas por la UVOC, entre 2000 y 2024 han sido desalojadas 45, y 160 todavía están pendientes de resolución. “Si queremos ver una Guatemala diferente, debe haber equilibrio. Es fundamental mejorar la situación socioeconómica del país, porque son pocos los que se enriquecen y concentran el poder”, señala Morales. “La defensa de nuestros derechos es clave, pero un pueblo sin acceso a educación, sin la posibilidad de leer, escribir y expresarse, tiene menos herramientas para luchar. En Guatemala no somos libres; vivimos bajo persecución y muchas veces debemos escondernos. Aun así, seguimos en la lucha”.

Vista de la planta hidroeléctrica de Santa Teresa en el Valle Polochic, que actualmente genera 16 MW de energía aprovechando un flujo de 14 metros cúbicos por segundo del río.
Un hombre genera humo con especias tradicionales durante un ritual, pidiendo alivio ante las amenazas, un día antes de la reunión con la junta gubernamental en Ciudad de Guatemala para reclamar el derecho a la tierra.

Alta Verapaz, Guatemala, 2024.