RABINAL

Las semillas de la memoria 

FOTOGRAFÍA Y VÍDEO

Gianni Esposito

EDICIÓN DE VÍDEO

Victor Cabo

TEXTO

Marta Saiz

La Asociación Qachuu Aloom “Madre Tierra”, sostenida por mujeres sobrevivientes de las masacres de inicios de los años 80, ha trabajado durante más de 20 años en la recuperación de las semillas y la memoria ancestral dañadas durante el conflicto armado.

Una mujer de la asociación Qachuu Aloom camina por los senderos de Rabinal, con las imponentes montañas de Baja Verapaz como telón de fondo, llevando consigo la tradición y el compromiso con su comunidad.

Rabinal, en Guatemala, es un pueblo marcado por las masacres de Río Negro a inicios de los años 80, llevadas a cabo por militares y paramilitares en el marco del conflicto armado. El objetivo era exterminar a la población Maya Achí, acusándola de oponerse a la construcción de la Hidroeléctrica Chixoy. Las consideraban «enemigas» y posibles integrantes de la guerrilla. Agredieron, violaron y asesinaron a centenares de personas, arrasaron cultivos y prohibieron toda expresión cultural.

Tras la violencia, las comunidades Maya Achí se alzaron para recuperar lo perdido. La Asociación Qachuu Aloom “Madre Tierra”, sostenida por mujeres sobrevivientes, ha dedicado 22 años a tejer nuevamente su identidad a través de la agroecología y el rescate de semillas nativas. Lo que comenzó como una lucha por la supervivencia ante las tierras inundadas por la construcción de la hidroeléctrica y los cultivos quemados, se transformó en un movimiento de resistencia cultural y ambiental. Hoy, con más de 50 variedades de semillas recuperadas y 500 participantes de 31 comunidades, promueven una agricultura sostenible que honra los conocimientos ancestrales y fortalece el tejido social.

“Ver a los niños y niñas usando nuevamente el traje tradicional y sembrando las semillas de nuestras abuelas me da esperanza de que la memoria nunca será olvidada”, dice Berta Tecú, integrante de la Asociación. Berta tenía 20 años y estaba embarazada de su segundo hijo cuando asesinaron a su esposo en la masacre de 1981. Vecina de Pichec, una de las 14 aldeas de Rabinal, cuenta que la dictadura militar prohibió usar sus trajes tradicionales, celebrar ceremonias y hablar el idioma Achí. “Los soldados nos vigilaban y nos acusaban de brujería”.

Berta solo salía a la calle para ir a la tienda, así que decidió huir con sus hijos desde Río Negro al lugar donde hoy continúa con el trabajo de recuperación de las semillas. “Cuando pasó la violencia, nos organizamos las mujeres. Logramos que se hicieran las exhumaciones para encontrar a nuestros familiares y comenzamos a rescatar las semillas para recuperar nuestra forma de vida”.

Rabinal está ubicado en el departamento de Baja Verapaz y se encuentra a 180 kilómetros de la Ciudad de Guatemala. Es conocido por su riqueza natural y sus cerros, que sirvieron de refugio para muchas de las personas que huyeron de esta violencia. Así lo cuenta María Gómez, de 69 años, mientras recoge su cosecha de maíz. “La Madre Tierra es la que nos da vida. Nos da alimentos. Nos protege”.

Una mujer de la asociación Qachuu Aloom camina por las tierras de Río Negro, un lugar marcado por el pasado y la lucha por la justicia.

“Este movimiento es el rescate de conocimientos ancestrales y la promoción de una agricultura más sana y sostenible. Cuando hablamos de ecología y agroecología, nos referimos a una forma de cultivo que respeta el medio ambiente y se basa en el uso responsable de los recursos naturales. Por ello, trabajamos con diferentes comunidades para fomentar una educación orientada al buen vivir”.

Cristóbal Osorio es sobreviviente de cinco de las masacres que tuvieron lugar en la zona. Originario del municipio de Río Negro, se vio obligado a desplazarse a Rabinal después de que la construcción de la hidroeléctrica inundase sus tierras. En 1999, fundó Qachuu Aloom con cinco comunidades e inició el rescate de semillas con parcelas demostrativas de maíz y frijol. “La motivación vino cuando vi que estábamos logrando esa recuperación”, recuerda. En 2002 y 2003 comenzaron con las capacitaciones y en 2004 compraron el primer terreno. Hoy, sentado en la oficina de la Asociación, una estancia de vigas de madera de la que cuelgan distintas variedades de maíz, sonríe al rememorar todo lo conseguido.

Guatemala es un país con una notable diversidad de semillas criollas, especialmente de maíz. Sin embargo, durante el conflicto armado interno (1962-1996), esta riqueza mermó significativamente, afectando a la biodiversidad y las formas de alimentación tradicional. El Informe “Guatemala: Nunca Más” o Informe de la Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI) destaca que en la cultura maya la Tierra tiene un significado profundo ligado a la identidad colectiva, razón por la que se agredió a la naturaleza. La destrucción estuvo dirigida a eliminar las posibilidades de supervivencia de la gente, no solo eliminando siembras y semillas, sino también envenenando a la población.

Ahora, dentro de esta recuperación de la memoria, también está el uso de la medicina ancestral. “No queremos perder nuestras plantas ancestrales, como la ruda”, explica Aurelia Hernández, de 62 años. Vecina de la aldea Chiac, se define orgullosa de su cultura. “Así como nuestras abuelas nunca dejaron su huipil, yo tampoco dejaré mi vestido ni mi corte. Hasta que Dios me reciba”.

María Gómez dentro de su casa, vistiendo su huipil rojo tradicional.

Una mujer de la asociación Qachuu Aloom, parada en la sombra, en Río Negro, un lugar cargado de historia y resistencia.
Retrato de Berta Tecú, quien recuerda cómo la dictadura militar prohibió el uso de ropa tradicional, las ceremonias y el idioma achí, tratando de borrar la identidad cultural de su comunidad.

Retrato de María Magdalena, quien señala la falta de empleo y la migración de los jóvenes, como efectos del conflicto armado en su comunidad. 

Retrato de María Gómez, quien lleva un huipil rojo tradicional con adornos florales, y recuerda cómo, tras el conflicto, no tenían suficiente dinero para comprar telas y tejer su ropa.
Retrato de Carmen López, de 69 años, quien sigue ayudando en los partos con la misma dedicación que ha tenido durante más de 30 años.
Berta Tecú en su jardín, sosteniendo con cuidado los frutos de la lucha y la identidad.
Fruta cosechada del jardín de una persona miembro de la asociación Qachuu Aloom, que cultiva sus huertos con semillas nativas como forma de sustentamiento personal.

Retrato de Cristóbal Osorio, fundador de Qachuu Aloom.

Cristóbal Osorio sostiene mazorcas de maíz nativo. Superviviente de cinco masacres durante el conflicto armado interno (1962-1996), cuando la riqueza de la región se vio gravemente afectada. Baja Verapaz, Guatemala.

Según destaca el Informe REMHI, las mujeres tuvieron que vivir en soledad el afrontamiento y la sobrevivencia económica y emocional de sus familias, estableciéndose en muchos casos como autoridad y cabeza de familia. La impunidad de uno de los genocidios más graves de la época, que asesinó a más de 200.000 personas y dejó a más de 45.000 desaparecidas, sigue siendo un dolor difícil de curar. Con este propósito, el cuidado de mente y cuerpo es otro eje importante de la asociación.

Una de las ceremonias de sanación se produce bajo un techo con paredes abiertas al cielo, donde una decena de mujeres se sienta en bancos de madera con los ojos cerrados. El viento acaricia sus rostros mientras una melodía suave flota en el aire. En el centro, una vela encendida tiembla levemente con la brisa. Este espacio de relajación, a través de la colocación de aguas en diferentes lugares del cuerpo, busca aliviar las heridas que el tiempo no pudo borrar.

Entre las asistentes está María Magdalena Raxcacó, de 63 años. La violencia le arrebató a su esposo. Sentada, con los ojos cerrados y una expresión tranquila, se entrega al calor de la ceremonia y al suave despertar de su propia sanación. “Este es el esfuerzo de las mujeres afectadas por el conflicto armado. Aquí no hay empleo y muchas personas migran, sobre todo las más jóvenes. Pero seguimos cultivando nuestra tierra, protegiendo nuestras semillas y recuperando nuestra cultura. La Madre Tierra nos da la vida y nosotras seguimos adelante”.

Vista aérea de Rabinal, en Baja Verapaz, un lugar que se integra armoniosamente con su entorno natural.
Espiga de grano de semillas nativas preservadas por la asociación Qachuu Aloom, símbolo de resistencia y legado ancestral, que fortalece la identidad cultural de la comunidad.
Baja Verapaz, Guatemala, 2024.