EL SALADO

LAS HERIDAS ABIERTAS DE LA ALIANZA DEL PARAMILITARISMO Y EL ESTADO PARA MASACRAR

FOTOGRAFÍA

Edu León

TEXTO

Patricia Simón

Entre el 16 y el 21 de febrero del 2000 tuvo lugar una de las masacres más atroces cometidas por los paramilitares en Colombia. Lo hicieron junto a miembros de la Infantería de Marina. Fue en El Salado, un corregimiento en el que entonces vivían unas 7.000 personas gracias al cultivo de tabaco, maíz, ñame y yuca.
La plaza de la iglesia de El Salado. Después de la masacre en 2000, solo 730 de los 7.000 habitantes han regresado, El Salado, 20 de julio de 2022.

Oligarcas de la región dedicados a la ganadería acusaron a la población de El Salado de apoyar a la guerrilla de las FARC y contrataron a paramilitares para que les atacaran. De camino al núcleo de la población, ya asesinaron a 19 campesinos, ahorcados con sogas o degollados con cuchillos para que el sonido de los disparos no alertase a sus vecinos.

En los cuatro días siguientes, medio millar de paramilitares quemaron las casas, mutilaron y degollaron con motosierras y bayonetas, torturaron con destornilladores, empalaron con maderos, desventraron a mujeres embarazadas, violaron ante las parejas e hijos de las víctimas, obligaron a los supervivientes a cargar con los cadáveres de sus seres queridos. Un helicóptero les ametrallaba desde el cielo. Sesenta y seis personas fueron asesinadas, según el registro oficial. Varios miles consiguieron huir, algunas de ellas murieron de deshidratación en un penoso éxodo de días por unos montes desérticos.

Justo una hora después de que se marchasen los paramilitares, llegó la Infantería de Marina. Era sábado. La masacre había comenzado el martes, el miércoles empezaron a llegar al hospital de Carmen de Bolívar las primeras personas que consiguieron huir. Denunciaron lo que estaba pasando y nadie fue en su auxilio. Decenas de familias que habían tenido constancia de lo ocurrido empezaron a agolparse en la carretera de acceso a El Salado que permanecía cerrada. Querían ir a auxiliar a sus seres queridos y los soldados que la custodiaban no se lo permitieron.

Cementerio de El Salado, donde descansan la mayoría de los cuerpos asesinados durante la masacre de 2000.

Dos décadas después, apenas han regresado unas 400 familias a El Salado, un pueblo en el que las huellas de la masacre siguen siendo muy visibles. Muchas casas permanecen destruidas, la plaza sigue estando envuelta en la fatalidad de haber sido el escenario de la mayoría de las ejecuciones y en el cementerio yacen muchos de sus restos. Tal y como han reconocido varias sentencias, la masacre fue ordenada por los jefes paramilitares Salvatore Mancuso y Rodrigo Mercado Peluffo y fue dirigida por Luis Francisco Robles Mendoza, que había sido suboficial de las Fuerzas Especiales del Ejército antes de ingresar en los paramilitares. Las víctimas siguen luchando para que se reconozca la implicación del Estado al más alto nivel y para que se repare a los supervivientes.
La población del El Salado tenía 7.000 habitantes antes de las dos masacres y el desplazamiento. Después del año 2000 quedó como un pueblo fantasma. Poco a poco este pueblo marcado por la historia va recobrando su vida anterior, ya son algunas familias que han retornado despues del suceso.
Yoli Johana Arrieta y su madre María Librada frente a un retrato de su padre Juan Arrieta, quien desaparece en 2002.
En El Salado actualmente hay presencia militar, muchos de los habitantes no se sientes cómodos con la presencia de militares armados en sus calles.
Calles de El Salado delimitadas por cintas de peligro, ante la llegada del presidente Iván Duque, quien recorrería sus calles en los últimos días de su mandato, tratando de dar una imagen de Estado de restitución a las personas que sufrieron desplazamiento.
Nelsy Jufith Álvarez Gómez extraña a su esposo, quien fue secuestrado por la guerrilla de las FARC en 1998 y desapareció.

Sin embargo, a pesar de los sucesos traumáticos vividos, las mujeres de El Salado no desfallecieron en su anhelo de vivir una vida en condiciones dignas junto a sus familias. Y si bien la discriminación que siempre padecieron las alejó del proceso de reconstrucción de su territorio y las anuló en los proyectos de desarrollo comunitario, decidieron conformar la Red de Mujeres Salaeras Resistentes en el Territorio. Desde este espacio garantizan su participación y reconocimiento como actoras necesarias para el diálogo político y la toma de decisiones en la construcción del desarrollo integral para sus comunidades. La Red se ha posicionado como una organización política que trabaja por la promoción y vigencia de las agendas de las mujeres en el territorio.

Poco a poco este pueblo marcado por la historia va recuperando su vida anterior, ya hay algunas familias que han vuelto tras el suceso.